Pequeño local dónde sólo 2 chefs y un jefe de sala organizan el servicio.
Este es uno de esos lugares que recomendaría, para empezar, a todo el mundo…. Aquello de “¿no conoces aún la Taberna Noroeste?…¡¡no te lo pierdas!!” es el mejor reclamo para un descubrimiento seguro. Había leído mucho sobre la valiente y arriesgada aventura de Javier , David y Marc dos chefs y un jefe de sala que se conocieron en nuestro querido Tapas 24 de Carles Abellán y que han encontrado, sin duda, el hueco perfecto para desarrollar su pasión por la cocina.
El local es pequeño, en medio de Poble Sec, en Barcelona, un barrio que se queda ahora más triste por la desaparición de varios de los restaurantes de El Barri de los hermanos Adrià. La cocina a la vista, limpia, sin artificios ni complicaciones. Madera, pureza y una carta pequeña pero completa, que varía en función de la temporada. Un buen comienzo.
Ésta es una de esas comidas en las que el arranque determina todo lo que pasará después. Fantásticamente bien aconsejados por Marc, que controla las apenas 6 mesas de la sala con diligencia y premura, hacemos una selección de platillos para compartir, en la medida y raciones que nos sugiere.
Ostra ahumada con limón, algas y capuchina. Original, diferente, fresca y realmente buena.
Estamos a punto de no pedir la ensalada de mariscos… se nos antoja “antigua” y clásica. Pero bajo la batuta de Marc decidimos probarla y la explosión marina en boca, junto con la panacotta que la acompaña la convierte en uno de los mejores entrantes con mariscos que he probado en años. El bonito marinado con puerros ecológicos es una delicia cremosa y suave que precede a la flor de calabacín y cigala, que espero con temperatura y suavidad y me explota en boca con la frescura de la verdura y la salsa de cigala, marina, salina y que me transporta al mejor suquet marinero. Le sigue la kokotxa de merluza con salsa verde de plancton (¡qué maravillosos recuerdos de Ángel León cada vez que degusto el plancton como lo descubrí en su casa años atrás!) y la escórpora a la brasa con caldeirada, otra parada del viaje en barca de pescadores que mi mente realiza durante el baile de platos en mesa….Las salsas sorprenden por su ligereza y armonía y la fluidez de los platillos aleja la cena de cualquier pesada digestión o recuerdo…
El precio es ajustado y se puede comer por unos 40€ de maravilla. La carta de vinos es aún pequeña y, por buscar un sólo pero, aconsejaría al servicio el cambio de los cubiertos tras cada plato… Las salsas de cada uno de ellos obligan a limpiar cucharas y tenedores de forma previa al siguiente…Eso sí. La tarta De Santiago (como buena gallega que soy) convertida en coulant templado se impregna en la memoria del comensal de forma perenne y, seguramente, emotiva… como a mí.
De corazón, no os lo podéis perder. Sabéis que no me gusta regalar oídos ni ensalzar propuestas, pero éste es uno de esos lugares cuyo “boca-oreja” corren como la pólvora. Tuvieron la valentía de abrir justo antes de la pandemia y han logrado consolidarse como una de las propuestas más frescas y novedosas en la Ciudad Condal. Un gallego y un salmantino a las manos de una cocina que va más allá del Norte y del Oeste… Traspasa fronteras y, lo más importante, se queda en la memoria del “¡quiero repetir!”. Enhorabuena.
Small restaurant with a staff of only two chefs and one head waiter.
This is one of those places I would recommend to absolutely everyone. Saying “You haven’t been to Taberna Noroeste yet? You have to go!!” is the best enticement for an undeniable discovery. I had read extensively about the valiant and precarious adventure of Javier, David and Marc, two chefs and one head waiter who met at our beloved Tapas 24 and who have undoubtedly found the perfect spot to develop their passion for cooking.
The space is small, in the middle of the Poble Sec district of Barcelona, a neighborhood that feels sadder now following the disappearance of the Adrià brothers’ El Barri restaurants. The kitchen is open, clean, and with no bells or whistles, just wood, purity and a short but complete seasonal menu. It’s a good start.
This is one of those meals where the beginning determines everything that will come after. Fantastically well advised by Marc, who manages the six tables with diligence and haste, we ordered a selection of small plates to share in the sizes and quantities recommended.
The smoked oyster with lemon, seaweed and nasturtium is original, different, fresh and really good.
We almost didn’t order the seafood salad, because it struck us as outdated and classic. But under Marc’s recommendation we decided to try it, and the briny mouth explosion, together with its accompanying panna cotta, makes it one of the best seafood entrees I’ve tried in years. The marinated tuna with organic leeks is a creamy and mellow delight that precedes the zucchini blossom and Dublin Bay prawn, waiting with temperature and gentleness to burst in my mouth with the freshness of the vegetable and the briny, salty prawn sauce, transporting me to the best seafood stews. It is followed by the hake cheeks in green plankton sauce (what wonderful memories of Angel Leon every time I have the plankton I discovered at his place years ago!) and the chargrilled little scorpion fish with caldeirada stew, another stop on the fishing journey my mind embarked on as the dishes danced across the table. The sauces are surprisingly light and harmonious, and the fluidity of the dishes smartly circumvents any heavy digestion or unsettled stomachs.
The prices are affordable and you can eat extremely well for around €40. The wine list remains brief and, just to nitpick, I would suggest changing cutlery between dishes, as the sauces require you to clean your spoons and forks before using them again. The Tarta De Santiago (being the good Galician I am) served as a warm fondant infuses the diner’s memory enduringly, and certainly emotionally, as it did for me.
Honestly, you have to go. You know I don’t like to flatter or overpraise, but this is one of those places where “word of mouth” spreads like wildfire. They had the courage to open just before the pandemic and have managed to become one of the freshest and most innovative spots in the Catalan capital. It’s a Galician and a Salamancan running a kitchen that goes beyond the North and the West. It crosses borders and, most importantly, sticks in your memory as a place to return to often. Congratulations.