Regentado por un matrimonio, ella en sala y él en cocina.
La Buena Vida es mi último descubrimiento en Madrid…Parece mentira que haya pasado tanto tiempo desde hace ya 18 años que abrieron el restaurante, pero nuestro descubrimiento fue hace unas semanas aunque sí había oído y leído mucho sobre él….
Seamos sinceros. El local, la iluminación, el ambiente y el silencio más absoluto del espacio no ayudan en la primera conexión….Te preguntas qué tendrán los platos y la cocina para atraer a los comensales pues el local se llena de inmediato….Tiene pocas mesas y buena fama, magnífica combinación para convertirse en un must aún más codiciado si cabe.
Lo maraviloso del lugar es que la cocina es de mercado. Según lo que encuentre el chef varía la carta. De base, como fijos en la carta, la menestra de la que tanto he oído hablar y que tendré que esperar a probar pues, para mi decepción, no está ese día en la carta. A cambio, Elisa (la jefa de sala) nos propone un guisante lágrima con huevo escalfado y caldo de jamón que cumple holgadamente nuestra necesidad de verdura…
Las kokotxas en una ligada y deliciosa salsa verde con patata como recién sacada de un cocido, sabroso y untuoso, nos apasiona. El tronco de merluza con acelgas, la raya a la mantequilla negra y el steak tartar nos enamoran. ¡Qué verdura!… El servicio es pausado, sin prisa, digno de una casa de comidas dónde lo importante es la sensación ante el plato, no la expectativa de lo que llegará….
Cuentan, además, con una buena y seleccionada carta de vinos, que ese día no degustamos porque mi eterno acompañante de tiberios, Carlos Latre debe cumplir su doble función del sábado desde la más absoluta sobriedad….
Entiendo entonces que todo lo que se echa en falta en el ambiente y que destaqué al principio es sólo la letra pequeña de un lugar dónde la cocina propicia la buena conversación y el rumor de los “mmm” y los deliciosos adjetivos para los platos son la mejor banda sonora…..Aunque un poquito de hilo musical con (por ejemplo) canciones francesas románticas quizás convertiría la experiencia en más única todavía….
Run by a married couple: she in the dining room and he in the kitchen.
La Buena Vida is my latest discovery in Madrid. It’s hard to believe so much time has passed since they opened the restaurant 18 years ago, but despite having heard and read lots about it we didn’t get there until very recently.
Let’s be honest. The location, lighting, ambience and dead silence of the space aren’t great for first impressions. You wonder what the dishes and food could have to be attracting so many diners, since it fills up immediately. It has a big reputation and few tables: a perfect combination to become even more coveted, if possible.
The restaurant’s selling point is the fresh food. The chef varies the menu based on what’s available at the market. Menu staples include the vegetable stew, which I’ve heard so much about and still have not tried, since to my disappointment it was not on the menu that day. Instead, the head server Elisa suggested a tear pea with poached egg and ham broth that comfortably satisfies any vegetable cravings.
The cod cheeks in a delicious thickened green sauce with perfectly stewed potatoes was flavorful and unctuous, and knocked our socks off. The hake fillet with chard, the skate in black butter, and the steak tartare blew us away. Such vegetables! The service is leisurely, unhurried, and worthy of a restaurant where it’s emotion, not expectation, that matters.
The wine list features a careful selection of good bottles, though we abstained because my forever cohort Carlos Latre has to be perfectly sober for his back-to-back shows on Saturday.
I now understand that everything that’s lacking in ambience and that was so shocking at first glance is just the fine print of a place where the food encourages good conversation, and where the murmur of “mmms” and delicious descriptors for the dishes are the best soundtrack. Though a bit of background music with romantic French songs (for example) would perhaps make the experience even more special.