Es prácticamente clandestino. No hay letrero ni letras en la puerta.

No sabéis la emoción que me produce intentar transmitir con palabras las emociones cuando se han experimentado de forma tan sorpresiva y contundente como esta. A veces no haría falta nada más que algo así como “POR FAVOR, RESERVAD YA!!!” así, en mayúsculas e imperativo. Pero voy a intentar hacerlo ordenando ideas y transmitiendo momentos…que al final es lo que quizás más se aproxima al recuerdo de una gran comida. Pero vaya por delante, desde ya, mi «NO OS LO PERDÁIS«. Nuevamente con mayúsculas. Y subrayado, sí.

Carles (chef), Sergi (sumiller) y Gemma (sala) son tres jóvenes nacidos en las cocinas de @restaurantgresca y Rafa Peña que arrancan discreta y casi clandestinamente este maravillosa aventura. Cuando el talento, las ganas y la vocación se juntan no hay pandemia que pueda con ello.

@suru.bar no tiene puerta. Ni cartel. La llegada es tan suave y buscada como su interiorismo. Y su puesta en escena. Recibe Gemma López. Sonriente y relajada. Acompaña sin presión, sin prisa….La mesa (sin mantel) esconde una primera sorpresa…tú decides cómo y cuando cambiar de cubierto. Otro síntoma de comodidad buscada al gusto de cada uno. Bravo.

La carta se presenta variante, en función del mercado y en manos de Carles Morote. Platillos. Pensados y resueltos. A compartir. Para 4 personas unos 6 o 7 nos recomiendan. Nos lanzamos. Sergi Puig nos aconseja en los caldos. Nos detecta desde el principio. Entiende que los vinos naturales son aún territorio por explorar, que de su mano queremos empezar por algo sosegado y fresco, sin intervención, pero con cuerpo. Arrancamos.

Gemma nos guía. Abrimos con la frescura del puerro en tosazu (salsa de vinagre japonesa) con rabanitos. Explosivo. Sigue la lengua de ternera con ravigote y piparras. Imprescindible. Y continuamos con el cogollo a la brasa con hummus de piñones, vinagreta de lima y salsa de ostras y torreznos de pollo. Primera parada. Dos elementos fundamentales que marcarán el menú: las vinagretas y la brasa. Conseguir los escabeches y puntos de avinagrado en versiones tan distintas y marcadas requiere un conocimiento y una técnica de primera. Tres puntos de toque cítrico con sello propio. MAgníficos. La brasa y su cocción permite lograr el exacto punto de, uno de los platos estrellas en esta primera degustación para mí: las brochetas. Sin palabras tras probar la de piel de pollo brasa con tartar de gamba. Qué fácil y qué complicado…¡espectacular!. No desmerece para nada tampoco la de corazón de pollo con shichimi (mezcla de especias japonesas).

Más ligero el paso de las kokotxas de bacalao con judías, col y panceta. Pero llega la vuelta al ruedo con los guisantes de Llavaneras con chorizo ahumado y yema de huevo o el “cap i tripa” (cabeza y tripa) de ternera en escabeche o la “galta”(carrillada) de ternera al Marsala. Ovación. No hay un pero, ni una coma. Difícil para ser tan jóvenes. Complicadísimo para ser tan pioneros y emprendedores

Dos únicos postres. Imperdibles ambos. La tarta Alaska con helado de manzana a la brasa y el cremoso de chocolate con caramelo salado y arroz inflado.

De la carta nos faltan sólo 6 platos por probar. Terminamos con ganas de repetir, de probarlos, de incluirlos en nuestra próxima visita.

Y no me olvido de los vinos. Acertamos plenamente…. Confiamos y acertamos.

Una experiencia única e inmejorable. Un futuro lleno de muchos reconocimientos que, estoy convencida, les llegarán muy pronto. Llegamos buscando el portal, difícil de reconocer en la calle Casanova. Salimos con la ubicación marcada en nuestro google culinario con chincheta roja. De las que se quedan en el mapa del recuerdo para siempre.


It’s practically clandestine. There’s no sign or lettering on the door.

You can’t imagine how excited I get trying to put my emotions into words following such an overwhelmingly surprising experience like this one. It might do to merely say “MAKE A RESERVATION NOW, PLEASE!!!” in capital letters and lots of exclamation points. I’m going to try to organize my ideas and convey them through moments, which is ultimately what any memory of a great meal most resembles. But it goes without saying, by all means, “DON’T MISS IT.” Again in capitals. And underlined, yes.

Carles (chef), Sergi (sommelier), and Gemma (dining room) are three young people who came up in the kitchens of Gresca (@restaurantgresca) and Rafa Peña, who have launched this wonderful adventure in a discrete and almost clandestine way. When talent, enthusiasm, and commitment come together like this not even a pandemic can stop them.

Suru Bar (@suru.bar) does not have a door. Or a sign. The arrival is as soothing and refreshing as its interior design. And its staging. Gemma López greets you. Smiling and relaxed. She attends to you with no pressure or haste. The table (lacking a tablecloth) reveals the first surprise: you decide when and how to change place settings. It’s another indication of comfort derived from individual taste. Bravo.

The menu is varied, market-based, and courtesy of Carles Morote, with small plates that are successfully conceived and achieved. For sharing. They recommend ordering around six or seven for four people. We dive in. Sergi Puig advises us on the wine list. He gets us right away. He understands that natural wines remain unexplored territory and that we want him to help find something fresh and mellow to start with, unadorned but with body. We commence.

Gemma guides us. We open with the freshness of the leek in Tosazu (Japanese vinegar sauce) with radishes. Explosive. Next is the beef tongue with ravigote sauce and piparra peppers. Essential. We continue with the grilled lettuce with hummus made from pine nuts, lime vinaigrette, oyster sauce, and chicken cracklings. First stop. Two fundamental elements are hallmarks of the menu: vinaigrettes and the grill. Achieving the right balance of vinegar and escabeches in such pointedly different versions requires first-rate knowledge and technique. Three signature acidic touches. Wonderful. The grill makes possible the perfect doneness of one of the star dishes in my opinion: the skewers. I was speechless after trying the one with chicken skin and shrimp tartare. It was so easy yet so complicated…spectacular! Also great was the chicken heart with shichimi (Japanese spice mix).

The cod cheeks with green beans, cabbage, and pancetta is a lighter course. But the victory lap comes with the Llavaneras peas with smoked chorizo and egg yolk, the calf’s “cap i tripa” (head and tripe) in escabeche, and the calf’s “galta” (cheek) in Marsala sauce. Standing ovation. No notes. That’s no easy feat given their youth. It’s highly complicated for such pioneering entrepreneurs.

There are only two desserts. Neither is to be missed. There’s the grilled Baked Alaska with apple ice cream, and the chocolate cream with salted caramel and puffed rice.

There are only six dishes on the menu we’ve yet to try. We left eager to come back, to include them on our next visit. And I haven’t forgotten about the wines. Perfect choices. We trusted and were rewarded.

It was a unique and unparalleled experience. The future will be replete with awards that I’m sure will start coming very soon. We arrived looking for the door, which is tricky to find on Calle Casanova. We left with the location saved with a red pin on our culinary Google map. It’s one we’ll remember forever.