Cuenta con 2 reservados, uno “la mesa del chef” ante la cocina y otro para celebraciones privadas.

Muchos años después de probar el primer restaurante (aún en la Calle Aribau) cumplimos por fin el anhelo de visitar al biestrellado (en la gala que tuvo lugar en plena pandemia) de Barcelona. La cocina de Jordi Artal ha evolucionado, ha crecido, se ha consolidado y se ha ganado a pulso un puesto de honor en la gastronomía de la Ciudad Condal.

El cambio de local ha ayudad. Una entrada diseñada a imagen de los recuerdos y la tradición familiar del chef, en tierras de Tarragona, dónde Artal creció rodeado de viñas y olivos. La experiencia se diseña en base a su memoria, a la historia de su família y a la influencia de aquellos veranos en su trayectoria.

Tras un primer snack (maravillosa aceituna con romero) pasamos a la sala, dónde se completan los snacks (presentados de forma aromáticamente muy acertada y original) con la piel de pollo crujiente a modo de pollo a la catalana o la tartaleta de samfaina…pequeños bocados perfectos para iniciar la degustación.

En el menú la gamba de Palamós curada en alga códium sobre croqueta, el mollete de rabo de buey, el espárrago con leche de almendras, la vieira con tupinambo (delicioso bocado), el calamar con salsa de calamar encebollado y piedras de su tinta (una maravilla en boca), salmonete en suquet con paté de su hígado y un sólo plato de carne, el filete de cerdo, quizás, el más justo de todos….El menú llega equilibrado, sin salsas consistentes ni pesados mordiscos. Producto al que rinde homenaje desde la estética de su local hasta el libreto final con el menú, dónde se nombra a todos y cada uno de los proveedores que han participado en su elaboración. ¡Brava iniciativa! Postres a la altura con un mousse de hinojo refrescante y perfecto y un camino de Santa Magdalena que sabe a rosa, violeta, jazmín, romero, moscatell y naranjo….una locura aromática y gustativa.

Artal es sutil, ligero, acertado y muy seguro de lo que quiere conseguir. Menú de temporada con técnica y precisión. Cocinero autodidacta y curtido en Canadá de forma doméstica, da importancia al aceite (con su pasado entre olivos, no podría ser de otra forma), a la mantequilla y hasta a la merienda, con el recuerdo a la leche con galletas y Cola Cao de su infancia recogidas en un tubo listo para degustar y con el que el comensal se va hacia casa. Me gustan los detalles, el que esté todo pensado….Como él dice, su cocina es su show, su plantilla sus actores y su local su teatro….Sólo se trata de querer ir a disfrutar del espectáculo.

Por cierto, algunas de las fotos de esta publicación son de mi amiga Montse con la que disfrutamos, junto a Mario de una comida-celebración que hacía tiempo que nos debíamos…¡¡por muchas más, amigos!!


There are two types of reservations, one “chef’s table” facing the kitchen and another for private celebrations.

Many years after trying the first restaurant (still on Calle Aribau) we finally fulfilled our wish of visiting the two-Michelin-star restaurant (the second one received at the mid-pandemic gala) in Barcelona. The culinary reputation of Jordi Artal has evolved, grown, consolidated and carved out its place of honor in in the Catalan capital.

The move to a new location has helped. The entrance is designed in the image of the chef’s memories and family tradition in Tarragona, where Artal grew up surrounded by vineyards and olive groves. The experience is designed around his memory, his family history, and the influence of those summers on his career.

Following an opening snack (marvelous olive with rosemary) we moved into the dining room to continue with an original and on-point aromatic presentation of crunchy chicken skin in the style of pollo a la catalana and tartaleta de samfaina (ratatouille tartlet)…perfect small bites to start off the meal.

The menu features a Palamós prawn cured in green sea fingers over a croquette, an oxtail bun, asparagus with almond milk, scallop with sunchoke (a delicious bite), squid with an onion sauce and stones of its own ink (fantastic mouthfeel), red mullet in fish broth with pâté of its own liver, and a single meat dish, the pork fillet, perhaps the best of the bunch. The menu is balanced, with no thick sauces or heavy bites. The products are the star, from the aesthetic of the space to the menu itself, which names each and every one of the suppliers who took part in preparing it. Bravo to this initiative! The desserts rise to the challenge with a perfectly refreshing fennel mousse and a walk to Santa Magdalena that tastes of rose, violet, jasmine, rosemary, muscatel and orange tree…an aromatic explosion of flavors.

Artal is subtle, light, correct and very confident in his intentions. The seasonal menu shows off technique and precision. This self-taught chef who came up in Canada gives prominence to oil (no surprise, given his past among the olive trees), butter and even the afternoon snack, with the memory of chocolate milk and cookies packed like goodie bags to be taken home. I like the details; they have thought of everything. Like he says, the kitchen is his show, his staff are his actors and his restaurant is his theater. You just have to sit back and enjoy the performance.

By the way, some of the photos in this post are from my friend Montse, who joined us and Mario for a celebratory meal that has been a long time coming. Here’s to many more, friends!!