3 Soles Repsol y 3 Estrellas Michelin. El hotel que alberga el restaurante es un remanso de paz en pleno monte Igueldo de Donosti.

La celebración de la Gala de Entrega de los Soles nos da la oportunidad de volver a Donosti. Y aprovechar, ¡por fin! para visitar este paraíso de la gastronomía, la calma, el mar y un remanso de cuidado y relajación.

El Restaurante Akelarre se alza en un punto magnífico de la costa del monte Igueldo, bañado del mar Cantábrico. Subijana, impulsor y creador de la nueva cocina vasca con casi 50 años de fogones a sus espaldas sigue al pie del cañón, generando toda la parte lúdica y creativa que permite su aula de formación anexa al restaurante, potenciando la estancia con el Hotel, una maravilla de lugar ideal para retomar fuerzas un par de días al año y su cocina de siempre.

Eso es lo que uno busca en uno de estos lugares. Reencontrarse con la pureza del producto, la cocción ligera y sutil, afinada en nuevas técnicas muy bien implementadas pero con una robusta creencia de tradición y arraigo. Y eso es exactamente lo que vivimos.

Akelarre trabaja con 2 menús, compuestos cada uno por varios aperitivos, 6 entrantes, 1 plato principal y dos postres. Un menú cumplido y satisfactorio que arranca con el delicado y delicioso macaron-gilda, el hueco de patata crujiente, el jamón jamón y el buñuelo de carabineros. Un recorrido interesante por varios aperitivos típicos reversionados en pequeños bocados. De fuerza y arraigo la mantequilla diabólica, elaborada con leche de cabra, homenaje a las brujas y los akelarres.

Especialmente sabroso el huevo con caviar sobre pure de coliflor, intenso el arroz con coral de gamba roja, crujiente y meloso el calamar como un rissotto y espléndido el foie fresco a la sartén con trampantojo de sal y pimienta… En su punto el trinchado de vacuno mayor y muy buena la royal de pichón con maiz a la antigua. Platos cumplidos, con toda la tradición del buen hacer y los puntos justos de técnica y evolución para adaptarlos al comensal.

Los postres toman, en mi opinión, un especial protagonismo con el postre lácteo de leche de oveja, la maravillosa “Frantxineta”, un pastel de crema caliente y delicioso y el xaxu (producto de confitería más conocido como delicia de Tolosa a base de huevo y almendra) presentado aquí con helado espumoso de coco.

Los ventalanes abiertos al mar, el reposo del servicio y el baile orgánico y acompasado de los platos dotan a esta comida de esa maravillosa sensación de estar en una gran casa. Un trabajo que no por antiguo desmerece la actualidad y constante evolución de su cocina. Un lugar que hay que visitar y conocer. Un fantástico chef que rezuma en su tan característico bigote toda una vida de aprendizaje, esfuerzo, trabajo y tradición.


3 Repsol Suns and 3 Michelin Stars. The restaurant is in a hotel that is a peaceful haven right on Monte Igueldo overlooking San Sebastian.

The Awards Gala for the Repsol Guide Suns gave us the opportunity to return to San Sebastian, and to finally visit this culinary paradise and enjoy the calm, the sea, and the haven of care and relaxation it provides.

Akelarre has a magnificent location on the coast of Monte Igueldo, overlooking the Cantabrian Sea. Chef Subijana is a driver and creator of Basque nouvelle cuisine with nearly 50 years of experience in the kitchen. Here he soldiers on, generating all the playfulness and creativity of the cooking classroom that is attached to the restaurant. This only adds to the enticement of a stay at the hotel, a marvel of a place that’s perfect for recharging the batteries for a few days each year with his excellent food.

That’s what you want in places like this: to reconnect with the purity of the product through light and subtle cooking that’s refined by new techniques implemented well, but with a robust belief in tradition and rootedness. And that’s exactly what we got.

Akelarre has two tasting menus, each comprising several appetizers, six first courses, one main course, and two desserts. The complete and satisfactory menu starts with the delicate and delicious “gilda” macaroon, the crispy potato sphere, the “jamón jamón”, and the shrimp fritter. It’s an interesting selection of classic appetizers reinvented in small bites. The diablo butter is powerful and rooted, made with goat’s milk, a tribute to Basque witches and their gatherings, known as “akelarres”, which were envisioned as being presided over by a goat.

The egg with caviar over cauliflower puree is especially flavorful; the rice with red prawn roe is intense; the squid risotto is crunchy and silky; and the pan-seared fresh foie with a salt and pepper trompe l’oeil is splendid. The carved beef is cooked perfectly and the squab royale with old-fashioned rice is excellent. Everything is done well, with loads of tradition and know-how and just the right amount of technique and evolution to adapt to diners’ tastes.

The desserts, in my opinion, are particular stand-outs, with the sheep’s milk dairy dessert, the wonderful “Frantxineta” cake with delicious hot cream, and the “xaxu” (a pastry more widely known as “delicia de Tolosa” made from egg and almonds) served here with sparkling coconut ice cream.

The large windows open to the sea, the peacefulness of the service, and the organic and rhythmic dance of the courses give this meal that wonderful feeling of being in a great restaurant. It’s a place you have to visit and see for yourself, with a fantastic chef whose iconic mustache represents a life of learning, effort, hard work and tradition.