1 Sol Repsol.

¡Qué maravillosa sorpresa! Cuánto talento en las nuevas generaciones y las cocinas vascas de locales que, pese a que este lleva ya casi 15 años de andadura, siguen siendo regentados por nuevos emprendedores llenos de idea, pasión y mucha escuela.

Íñigo Peña es uno de ellos. Ha sabido aunar la cocina vasca tradicional con la parte creativa que se pide a todo nuevo chef. Y, además, le ha dado sostenibilidad, ecología, kilómetro 0, coherencia un discurso de conexión con el medio ambiente y el respeto que da aún más lógica y ética al conjunto. Un trabajo bien comandado desde cocina y orquestado por un servicio impecable y un entorno cómodo y cálido.

Narru arranca con un aperitivo de lubina marinada con agua de tomate y almendra tostada absolutamente delicioso. Jamás descubrí crujiente de fruto seco sobre un marinado vegetal tan bien logrado y con tanto sentido. La carta, con producto de mercado y temporada, nos permite probar en medias raciones algunos de sus platos. No dejaré de matizar ni uno sólo de todos ellos que me parecieron excelsos.

¡Qué auténtica maravilla el ravioli de rabo, foie y setas de temporada! De los mejores platos que he degustado últimamente… Le sigue el centollo con papada y pan. Delicioso.

Probamos las kokotxas de merluza en 4 cocciones: brasa, salsa, rebozada y confitada. Maravillosas. Seguimos con la merluza, crema de coliflor y kale, fresca y perfecta, amalgamada y suave. ¡Qué subidón!

Mi energía gastro está en este momento a punto de estallar, un lugar lleno de matices, pequeñas locuras con cada “mmmm” que emitimos, el sonido de la felicidad.

¿Cumplirá la parte dulce su cometido en este gran círculo a punto de cerrarse?. No falla. La crema de queso templada es perfecta. Sin fallos. Melosa, cremosa, con el punto justo de dulce y amargo. Una fantasía. La tatín de manzana otra locura dulce. Original, crujiente, con helado de leche, única…

Me faltan cumplidos pero Narru es de lo mejor de este año para mí. El local, a reventar tanto en su parte alta dónde se ubica el bar como la baja del restaurante, demuestra que su cocina ha recorrido ya muchos kilómetros. Fue reconocida el año pasado (en la edición que nuestra productora Ertal preparó para la Guía Repsol) con 1 Sol Repsol. Le llegarán más. Seguro. No tardarán.

Íñigo nos despide sin soltar el cuchillo, desde su amplia cocina a la vista plagada de gente joven y talentosa dejándose la piel en este noble arte del dar de comer. Nos da las gracias. Se las devolvemos multiplicadas. Ha sido uno de los mejores momentos de nuestra estancia de 48 horas en el País Vasco. Junto a la emoción de tener mesa en Zuberoa y los aplausos de 2mil personas en el Kursaal a nuestro espectáculo. Un fin de semana soñado.


1 Repsol Sun.

What a wonderful surprise! So much talent in the new generations and Basque kitchens of restaurants that — despite this one being open for nearly 15 years — continue to be run by new entrepreneurs full of ideas, passion, and much schooling.

Íñigo Peña is one of them. He has successfully combined traditional Basque cuisine with the creativity required of any new chef. Plus, he has added sustainability, ecology, localness, and consistency to a discourse about connecting with the environment and respect, making it even more logical and ethical. It’s all well managed from the kitchen and orchestrated through impeccable service in a warm and comfortable setting.

Narru welcomes you with an appetizer of marinated sea bass with tomato water and toasted almond which is absolutely delicious. I’ve never found the crunch of nuts on a vegetable marinade to be so accomplished and justified. The menu of market and seasonal products has the option to order half portions of some of its dishes. I thought they were all sublime, so I’ll describe each one.

The oxtail ravioli with foie and seasonal mushrooms is an absolute wonder! It’s one of the best dishes I’ve had recently. Next was the spider crab with pork jowl and bread. Delicious. We tried the “kokotxas” (hake cheeks” four ways: grilled, sauced, breaded, and confit. Excellent. We continued with the hake, cauliflower cream, and kale, which was fresh and perfect, amalgamated and mild. What a rush!

My gastro energy was just about ready to explode in this restaurant full of nuance and tiny insanities with each “mmmm” we gave off — the sound of happiness.

Would the dessert fulfill its mission in this great circle now coming to a close? It doesn’t disappoint. The tempered cheesecake is perfect. Flawless. Treacly, creamy, with just the right balance of sweet and bitterness. A fantasy. The apple pie is another sweet insanity. Original, crunchy, with milk ice cream, one of a kind…

I’m overflowing with compliments, but Narru is among the best of this year for me. The place is bursting — both upstairs in the bar and downstairs in the restaurant — showing that word of its food has traveled far. It was recognized last year with 1 Repsol Sun at the Repsol Guide event organized by our producer Ertal . More are surely coming. I’m certain of it. It won’t be long.

Íñigo bids us goodbye with knife in hand, from his large open kitchen rife with young talents working hard in this noble art of feeding people. He thanks us. We thank him profusely in return. It was one of the best moments of our 48-hour stay in the Basque Country, along with getting a table at Zuberoa and the applause of two thousand people in the Kursaal Center for our show. What a dream weekend it was.