Cinco cifras.
La primera: 1582, la fecha desde la que, aseguran, sirven comidas en este clásico restaurante de París, sin duda el más antiguo de la ciudad y que aún conserva aquellos ecos del pasado, de haber servido a reyes y emperadores y de conservar una de las mejores vistas de la ciudad del amor.
Especialidad en pato y crepe suzette. 2 estrellas Michelin
La segunda: 1.165.584 el número del pato que nos comimos en mesa y que, aseguran, es totalmente real. Más de un millón ciento sesenta mil aves cocinadas y degustadas durante todos estos años, desde que se lleva la cuenta de los platos servidos. El más famoso, el prensado, que se degusta también en muchas otras variedades y que nosotros, desconocedores de que el más famoso debe pedirse anticipadamente, degustamos con devoción en un plato memorable, acompañado de numerosos contrapuntos dulces y amargos (regaliz, remolacha, nabo, crujiente de manzana…). Memorable.
La tercera: 1. La única estrella que conserva tras poseer durante más de 50 años las tres preciadas menciones e irlas perdiendo y recuperando durante todos estos años de historia. Realmente el local, el servicio, las vistas, la exquisitez de los productos, el cocinado, la atención, la moqueta…todo recuerda y sitúa en un local lleno de historia y quizás épocas pasadas mejores que lo convierten en un lugar único para visitar al menos una vez en la vida.
La cuarta: 400.000. Esas son las referencias de vino que, aseguran, guardan en sus bodegas…. La cara de mi Carlos Latre a punto de iniciar la revisión del tomo que las contiene lo dice todo… Por cierto, hicimos una maravillosa elección (Chateau de Beaucaustel), digna de una comida única y de primer nivel.
La última: 54. Los euros que nos cobraron por cada plato de postre. Una (eso sí) deliciosa Crepe Suzette que conllevó sus 10 minutos de preparación ante el comensal en un ritual casi religioso que incluye (como único apunte visual de la modernidad que inunda ya las cocinas) el bonito juego entre el fuego del Grand Marnier reduciendo a llama viva en la sartén y el humo del nitrógeno líquido dando textura y consistencia al helado de nata que acompaña al postre. Un fin de fiesta sólo superado por el carro de quesos del que separan el comté que con un tamaño considerable nos aseguraron que renuevan cada semana.
Una experiencia cara, pero realmente valiosa. Todo París se rinde ante un local lleno de historia, tradición y gusto que merece la pena ser visitado como otro más de los monumentos imprescindibles en la ciudad de la luz.
Mención especial a Quim Vila de Vila Viniteca por su ayuda en la elección del menú y el vino. Quim, gran amigo, compañero, profesional y mentor.
La tour d’argent, Paris
Five numbers.
The first:1582, the date from which they claim to have served meals in this classic restaurant in Paris, undoubtedly the oldest in the city and one that still preserves the echoes of the past, of having served kings and emperors, while still boasting one of the finest views of the city of love.
Specializing in duck and crêpes suzette. 2 Michelin stars
The second: 1,165,584, the number of the duck that we ordered, which they assured us (the number) is absolutely true. More than one million, one hundred and sixty-five thousand birds have been cooked and served over the years, or at least since they started keeping count. The most renowned dish is the pressed duck, which comes in a variety of versions, although we were unaware that the most famous of these had to be ordered ahead of time. Still, we savored the duck in a memorable dish, which was accompanied by a range of sweet and sour contrasting notes (licorice, beet, parsnip, crunchy apple…). Truly memorable.
The third: 1. The only Michelin star it still has after holding the coveted three stars for more than 50 years – and then losing and recovering them at different times. In actuality, the place, the service, the views, the exquisite quality of the produce, the food, the attention, the carpeting… all imbue this historic restaurant with memories of what were perhaps more bountiful times, as well as turn it into a singular place that should be visited at least once in a lifetime.
The fourth: 400,000. This is the number of wine references they claim to have in their cellars. The look on Carlos Latre’s face, ready to take on the task of examining the wine list, says it all… By the way, we chose marvelously (Chateau de Beaucaustel), a worthy wine for a one-of-a-kind, excellent lunch.
The last number: 54. The Euros that we were charged for the dessert. One (of course) order of the delicious Crêpes Suzette, accompanied by 10 minutes of table-side preparations, carried out in a ritual that seemed almost religious, and that included (as the only visual nod towards the modernity that now rules the kitchens) the beautiful play between the flaming Grand Marnier – reducing under a lively flame in the pan – and the liquid nitrogen smoke, lending texture and consistency to the cream-flavored ice cream that accompanied the dessert. An end to the feast that was only topped by the cheese cart and the separate comté – which they assured us is replenished every week, despite its considerable size.
An expensive but truly valuable experience. All of Paris bows down to this restaurant, filled with history, tradition and flavor, and that is as deserving of a visit as any of the other not-to-be-missed monuments in the city of light.
Special thanks to Quim Vila of Vila Viniteca, for his help with the menu and wine selection. Quim, a great friend, colleague, professional and mentor.