2 Estrellas Michelín y 35 de la 50 Best Restaurant.

Comer en Londres es, cada vez más, una demostración de que se puede comer muy bien en el país de los Fish&Chips pero que, en mi opinión, está aún a años luz del potencial y nivel de nuestra cocina. Esto sería discutible para mucho de mis lectores pero en las numerosas visitas que realizamos a la capital británica lo constatamos una y otra vez. Sin duda.

Valga el ejemplo del restaurante del que hoy os hablo. @ikoyi_london aparece en el número 35 del listado de los 50 Best de la reputada lista @theworlds50best. ¿En serio?¿El 35 mejor restaurante del mundo?. Ya os lo digo de inicio: NI DE BROMA.

La visita a Ikoyi nos complace. Es un pequeño lugar en el prestigioso barrio de St James, el chef @jeremychanikoyi ofrece una cocina mediterránea, de amplia difusión y alcance y con tintes internacionales. De difícil clasificación, los platos del lugar tienen su origen en la cocina africana revisitada desde el continente europeo con un toque de innovación y técnica.

El menú ofrece 10 pases y tiene un precio medio de unos 250€ por persona. Me perdonareis pero es excesivo ya de entrada. Por ese precio en España te pegas un homenaje de los buenos…

Iniciamos con un consomé de pimienta, ceviche de calabaza y langosta, tartaleta de curry con kale y una crepe de sorgo que me resulta el más apetecible de los primeros platos del menú. Le siguen el rodaballo con pistacho a la beurre blanc, costilla con setas de otoño y arroz ahumado. De postres un baba con suero de leche salado, chocolate blanco con “ojos negros”(pintoresca forma de llamar al caviar) un postre delicioso, por cierto y una galleta con aire de miso y trufa.

Lo complicado de definir una comida que pasa como una más, sin mucho que aportar a nuestro memorial culinario colectivo es precisamente encontrar las palabras. ¿Comimos bien? Si. ¿Podríamos haber comido más? Sin duda. ¿Vale la pena la visita? Depende de tus expectativas.

Servicio correcto. Atención justa y un chef tremendamente tímido que nos saluda al final del ágape con un poco ensayado español que aprendió durante una estancia en San Sebastián. Se curtió en los fogones de un restaurante que (este sí) cumplió hace años nuestras expectativas de buen lugar y buena comida en Londres, Hibiscus, que, lamentablemente, cerró sus puertas hace ya 8 años.

Nada nuevo. Un motivo más para tener la 50 Best como la lista de recomendaciones menos acertada en mi colección de guías culinarias del mundo. Lo siento.


2 Michelin Stars and #35 on The World’s 50 Best Restaurants list.

Dining in London increasingly proves that you can eat very well in the land of fish & chips, but, in my opinion, it’s still light years away from the potential and level of our cuisine. This might be debatable for many of my readers, but on our numerous visits to the British capital, we have confirmed it time and time again. There’s no doubt in my mind.

Take the example of the restaurant I’m discussing today. Ikoyi (@ikoyi_london) is #35 on The World’s 50 Best Restaurants list (@theworlds50best). Seriously? The 35th best restaurant in the world? I won’t mince words: NOT A CHANCE.

We were pleased to be visiting Ikoyi. It’s a small venue in the prestigious St. James neighborhood where Chef Jeremy Chan (@jeremychanikoyi) serves broadly recognizable and wide-reaching Mediterranean cuisine with international touches. It’s difficult to classify, with dishes originating from African cuisines revisited from the European continent with a dash of innovation and technique.

The tasting menu consists of 10 courses with an average price of €250 per person. You’ll forgive me, but that’s excessive right from the jump. For that price in Spain, you’d be expecting a meal fit for a king.

We started with a black pepper consommé, squash and lobster ceviche, curry tartlet with kale, and a sorghum crepe which I found to be the most appetizing of the menu’s first courses. These were followed by the turbot with pistachio in beurre blanc, ribs with autumn mushrooms, and smoked rice. The desserts include a baba cake with salted buttermilk, white chocolate with “black eyes” (a colorful name for caviar) — a delicious dessert, by the way — and a cookie with miso air and truffle.

The complicated thing about defining a meal that assumes such a low profile, without adding much to our collective culinary memory, is finding the words. Did we eat well? Yes. Could we have eaten more? Definitely. Was it worth the visit? That depends on your expectations.

The service was correct and sufficient, and the tremendously shy chef greeted us at the end of the meal with a little rehearsed Spanish that he learned during a stay in San Sebastián. He trained in the kitchen of a restaurant that did meet our expectations for good food in London — Hibiscus — which, unfortunately, closed its doors eight years ago.

Nothing new. Just one more reason to consider the 50 Best list as the most inaccurate in my collection of world culinary guides. Sorry.