3 Estrellas Michelín y 3 Soles Repsol.
Camino de los 40 años de historia y gastronomía la maravillosa, querida y respetada pareja formada por @atriotono y @jose.atrio están, sin duda, en su mejor momento. La tercera Estrella Michelín conseguida en la edición del año 2022 no ha hecho más que consolidar un lugar que ensalza como pocos la gastronomía, el producto y la excelencia de su tierra y lo permite degustar en todo su esplendor en un apoteósico Menú Degustación.
El palacio que alberga el restaurante ha permitido aunar todo lo que una edificación del siglo XV supone y la calidez de una reforma que ha permitido convertir Atrio en el Templo que ahora es. Rezuma arte, singularidad y excelencia en cada una de sus piedras.
El recibimiento es encantador, como son ellos y su equipo. Estás en casa. Te sientes en casa. Y la sala, amplia, diáfana y señorial sigue siendo uno de los lugares más especiales del país. Extremadura en un plato, en una mesa, en un salón dónde las familias nacionales y los clientes extranjeros comparten mantel…
El cochinito (como lo llama Toño), el cerdo ibérico como protagonista. En la parte salada y dulce. Abre la aceituna negra, la patata con queso y eneldo y la lionesa con panceta ahumada. Sigue la parte que ellos llaman “El cochinito se va a la playa” dónde aúnan el cerdo con la ventresca de atún, con un crujiente de tapioca y emulsión de salmón y con manzana y anguila. Si observáis las fotos, el fondo y la forma conviven en unos bocados secuenciales que enamoran por la vista y convencen por el gusto. Armonía, liviandad, perfecta combinación…
Sigue el cochino en su recorrido (ahora de merienda en la dehesa) con embutidos reversionados como el jamón, el salchichón, el paté o el lomo doblado y dan paso a los platos de soberbia contundencia como la empanadilla de taro, manteca y comino, el bollo de tinta con calamar y guiso de oreja (¿suenan los violines?) y los torreznos con vieiras y suero de cebolletas.
Salsas gelatinosas pero suaves. Sabrosas pero finas. Ligeras y que impregnan de sentido al cerdo en todas sus versiones.
El flan de papada y caviar detiene el tiempo. Uno de sus clásicos. Un plato tan exquisito como delicado, aunque no lo pretenda en su composición. Toño juega con el comensal a que no pare la armonía. A que nada despiste su sensibilidad. Terminan el menú el bogavante en glaseado de ibérico, la careta con cigala y jugo de ave y la presa a baja temperatura. Finaliza la composición sin decaer. Ovación final…
Es divertido ver como los postres juegan también a esa balanza. Dulce-salado. Jamón-Bizcocho- Chocolate-Jamón rancio. Cereza en trampantojo y petit fours.
Remata la experiencia su compañía. Tomar un café con Jose, charlar sobre la vida y poder hacer una visita guiada a su nuevo maravilloso hotel…. un lujo de emplazamiento en el que han invertido no sólo económicamente sino también años de vida, trabajo y búsqueda. Un lugar inolvidable que habla en cada estancia y desde cada rincón…
La bodega, ¡esa bodega!, el servicio, el tempo y el ritmo, la despedida (¡esos caramelos adictivos!), los pasos atrás…. Atrio seguirá siempre a la espera de un nuevo motivo para visitar Cáceres y dejarse embriagar por su embrujo extremeño.
3 Michelin Stars and 3 Repsol Suns.
With 40 years of culinary history at their backs, there’s no doubt that the wonderful, beloved, and respected duo of Toño Pérez (@atriotono) and José Polo (@jose.atrio) are in their prime. Their third Michelin Star in 2022 only fortified a place that extols the gastronomy, products, and excellence of their land like few others. You can enjoy it in all its splendor with a tremendous tasting menu.
The palace that houses the restaurant brings together everything a 15th-century building entails with the warmth of a renovation that has transformed Atrio into the temple it now is. It oozes art, singularity, and excellence in each of its stones.
The welcome is charming, as are they and their team. You’re at home. You feel at home. The spacious, open, and stately dining room continues to be one of the most special places in the country. It’s Extremadura on a plate, on a table, in a room where Spanish families and foreign guests share a tablecloth.
The Iberico pork — or “cochinito” as Toño calls it — is the star of both the savory and sweet portions of the menu. The meal opens with the black olive, the potato with cheese and dill, and the lioness with smoked pancetta. Next comes the part they call “The little piggy goes to the beach” where they pair the pork with tuna belly, with a tapioca crisp and salmon emulsion, and with apple and eel. If you look at the photos, the base and the shape together create a series of bites that capture your eye and win you over with their taste. It’s a perfect combination of harmony and lightness.
The little piggy continues his journey (now having a snack in the pasture) with updated versions of cold meats like ham, salami, pâté, and loin, giving way to proudly hearty dishes like the empanada of taro, lard, and cumin, the squid’s ink bun with calamari and stewed pig’s ear (I can hear the angels singing!), and the pork crackling with scallops and green onion whey. The sauces are gelatinous but mild, flavorful but delicate. They are light and infuse every version of the pork with meaning.
The pork dewlap flan with caviar stops time. It’s one of their classics, a dish as exquisite as it is delicate — despite what you might guess from its composition. Toño plays with the diner to preserve the harmoniousness, so that nothing distracts their sensitivity. The menu concludes with the lobster in Iberico glaze, the pig’s snout with Dublin Bay prawn and poultry jus, and the slow-cooked presa. The composition finishes strong. Final ovation…
It’s fun to see how the desserts also play on that scale of sweet and salty. Ham-Sponge Cake-Chocolate-Rancid ham. Trompe l’oeil cherry and petit fours.
Their company tops off the experience: having a coffee with Jose, chatting about life, and getting a guided tour of his wonderful new hotel — a luxurious setting in which they invested not only money but also years of life, work, and searching. It’s an unforgettable place with something to say in every room and from every corner.
The wine cellar (that wine cellar!), the service, the tempo and the pace, the farewell (those addictive candies!), the history… Atrio will always be there waiting for a new reason to visit Caceres and to be intoxicated under its spell.