Dos Palillos, Barcelona. #yo estuve allí. Así surgió, espontáneamente, el comentario más aplaudido por los 25 comensales que el pasado lunes tuvimos la inmensa y única oportunidad de volver a ver a Ferran Adrià con chaquetilla, el reencuentro con Albert Raurich en los fogones, tras años compartiendo cocina en Cala Montjoi y la excelencia en la preparación y servicio de Albert Adrià. Un trío de ases que por una noche unieron fuerzas para crear una pequeña aventura gastronómica por Japón en el Dos Palillos, el restaurante de Raurich que celebra sus 10 años de historia.

Pequeña barra con vistas directa a la cocina

Nosotros estuvimos allí. Estuvimos en los inicios del Dos Palillos, una referencia a nivel gastronómico ya en la Ciudad Condal. Estuvimos en el añorado y recordado El Bulli, al que tantas veces acudimos con el recuerdo y la esperanza de reencontrar. Y estuvimos en el crecimiento y la consolidación de Albert cuando, tras su sorprendente inicio en el antiguo Inopia, dio el golpe sobre la mesa con la apertura del Tickets y la coalición con los hermanos Iglesias en el ya llamado “Barrio Adrià” con exponentes como el Pakta, Hoja Santa, Niño Viejo y ahora su personal, soñado y aplaudido Enigma….

Estuvimos allí. La noche en la que el pequeño local de la Calle Elisabets acogió a 25 (afortunadísimos) comensales y nos transportó a un barrio de Japón, a sus calles, aromas y dibujos. Se inició con el Genshiyaki, un primer acto dónde el “espeto” japonés tomó protagonismo. Después, la barra de sushi al gusto. Hubo de todo: de erizo, de huevas, de ventresca de atún, de “nada” y de “hielo” (dos juegos visuales y gastronómicos dignos del Adrià más bulliniano), de berenjena, de sepia, de esparteña, de chirrión, de salmonete, de ostra…. Hubo bandeja de angulas vivas que encontraban su dulce adiós en el caldo y se terminó con uno de los mejores wagyu que he probado…

La selección de vinos, de la mano de la delicada y erudita Tamae incluyó sakes puros, champanes inolvidables y algunas de las referencias que su marido, Raurich, compró de la ya extinta bodega de El Bulli directamente a Juli Soler, que tan presente estuvo en la cena…

Era inevitable la emoción. Los aplausos surgieron en un par de ocasiones espontáneos, agradecidos, plenos de muchos recuerdos y buenas sensaciones…

Y lo mejor de todo es que se trata de genios de hoy en día. Gente que aún siguen observando la reacción de los comensales a la degustación de sus platos… que rebuscan entre sus creaciones para ir más allá en la excelencia y satisfacción. Incombustibles, luchadores e inquebrantables. Y, además, lo que se llama “buena gente”.

Nosotros estuvimos allí. Y seguiremos estando porque ocasiones así sólo se viven una vez en la vida…¿o quizás se puedan revivir en breve en un Bulli 3.0?… Sólo Adrià lo sabe…. De momento, ¡¡larga vida a Dos Palillos!!


Dos Palillos, Barcelona. #yoestuve allí(I was there). That’s how it came about, spontaneously, the most applauded comment from the 25 diners who had the immense and unique opportunity last Monday to see Ferran Adrià in his chef’s whites once again, in a reencounter with Albert Raurich in the kitchen, after years of sharing his kitchen in Cala Montjoi and the excellent preparation and service of Albert Adrià. Three aces that joined forces for one night to create a small gastronomic adventure through Japan at Dos Palillos, Raurich’s restaurant which is celebrating its tenth anniversary.

We were there. We were there for the early days of Dos Palillos, now a reference for top gastronomy in Barcelona. We also went to the much yearned-for and remembered El Bulli, the restaurant that we so often travel to in our memories and hope to find again. We were also there during Albert’s growth and consolidation period when, after his surprising beginnings in the former Inopia, he put his cards on the table with the opening of Tickets, and the partnership with the Iglesias brothers and what is now referred to as “Barrio Adrià” (Adrià’s neighborhood) with exponents like Pakta, Hoja Santa, Niño Viejo and now his personal dream, the much-lauded Enigma…We were there. The night when the small locale on Calle Elisabets welcomed 25 (extremely fortunate) diners and transported us to a neighborhood in Japan, its streets, aromas and illustrations. It began with the Genshiyaki, a first act where the Japanese “espeto” (skewer) took center stage. Then, the sushi bar to suit every taste. It had everything: sea urchins, roe, tuna belly, “nothing,” and “ice” (two visual and gastronomic games worthy of Adrià at his most Bullian), eggplant, cuttlefish, sea cucumber, chirrión, mackerel, oyster… There was a tray of live elvers who found their sweet demise in the broth, and the feast finished with one of the best wagyu that I have ever tasted…

Banquet room, available for renta

The wine selection, made at the hand of the delicate and erudite Tamae, included pure sakes, unforgettable champagnes, and some of the references that her husband, Raurich, bought from the now extinct winery at El Bulli, directly from Juli Soler, whose spirit was alive at the dinner…

Emotions were inevitably high. Applause broke out spontaneously a few times, grateful, filled with many memories and warm feelings…

And the best thing of all was that these are today’s geniuses. People that still pay attention to diners’ reactions upon sampling their dishes… who review their creations to take things one step further in the quest for excellence and satisfaction. Non-combustible, fighters and unyielding. And, who at the same time are “good people.”

We were there. And we will continue to be there because there are some occasions that can only be experienced once in a lifetime. Or is it possible that we will soon be privy to a Bulli 3.0?… Only Adrià knows… For now… long life to Dos Palillos!! Two!