Cierra definitivamente a finales del 2022.
Una gran pérdida. Así han definido todos los “padres” de la gran cocina vasca el cierre definitivo de Zuberoa que se producirá a final de año. Hilario Arbelaitz apagará fogones tras 53 años detrás de una cocina que ha mantenido su esencia más de 5 lustros…Un cierre que dejará a muchos sin la opción de sentarse a su mesa y que nos ha dado a otros, como a nosotros en esta ocasión, el lujo de poder disfrutar de su comida sabiendo que no podrá repetirse….de momento (nunca me gusta pensar que nada volverá nunca…)
Hice la reserva cuando aún no se había anunciado. Tras algún intento fallido de encontrar mesa(siempre difícil en este caserío) lo logré. La emoción no puede ser mayor cuando, además, el propio Hilario nos recibe a la entrada de su restaurante, con la mirada aún chispeante de recibir a los comensales que se adentran en su local por primera vez, como fue mi caso…
El lugar es mágico, un clásico en esencia y un magnífico enclave de la comarca. El servicio, impecable. Ágil, dispuesto y diligente. La comida, una delicia. La tradición en el caserío más antiguo de la zona. Aquí no hay QR ni menciones en IG ni tan sólo etiquetas. Es comida de toda la vida reversionada con maestría por un gran chef. Los frutos del mar al aroma del limón son frescos, emulsivos y abren boca a bocados como el ravioli de cigala al fumet de trufas (impresionante), las pochas trufadas con papada ibérica glaseada (de las mejores que hemos probado últimamente) o la yema de huevo escalfada con flan de foie-gras y crema de castañas (mi favorito). Completan la lubina asada y el pichón o el lomo de corzo, a elección del comensal. Culminan las frutas con nube de lima y la crème brûlee con sorbete de maracuyá y mango. Sencillez y sabor.
Hay tanta maestría en los platos, todo sabe a casero, a “de toda la vida” a esa cocina que no puede ni debe perderse… Hilario deja huella, su equipo le acompaña en el adiós pero su cocina es ya cuna para muchos e inspiración para todos. Hay algo en la oportunidad de sentarse a su mesa de nostálgico y emocional. Como lo que él siempre ha querido transmitir a sus platos. Lo dicho, una afortunada por haber sido una de las últimas comensales de esta gran casa.
Closing for good at the end of 2022.
A great loss. That’s how all the “fathers” of Basque cuisine defined Zuberoa’s permanently closing at the end of this year. After 53 years, Hilario Arbelaitz will shut down a kitchen that has maintained its essence for two and a half decades, a closing that will leave many without the option of ever sitting at his table and which has given others—like us on this occasion—the luxury of enjoying his food knowing it’s the last time…for now (I never like to think it’s over…).
I make the reservation before the announcement went public. After a few failed attempts to find a table (always difficult in this hamlet), I finally got one. Our excitement could not have been greater when Hilario himself welcomed us at the entrance of his restaurant, his eyes still sparkling at receiving guests who would be dining with him for the first time, as was my case.
The place is magical, an essential classic in a magnificent setting. The service is impeccable: agile, organized, and diligent. The food is delicious, tradition served in the region’s oldest hamlet. Here you won’t find QR codes nor IG mentions or even labels. It’s everyday food masterfully re-imagined by a great chef.
The lemon-flavored seafood is fresh, emulsive, and whets the appetite for the Norway lobster ravioli with truffle fumet (impressive), the truffled beans with glazed Iberico dewlap (among the best we’ve tried of late), and the poached egg yolks with a flan of foie-gras and chestnut cream (my favorite). These are followed by the diner’s choice of the roasted sea bass and the squab or the deer loin. The final course is fruit with a lime marshmallow and crème brûlee with mango and passion fruit sorbet. Simplicity and flavor.
There’s so much mastery in the dishes and everything tastes homemade, traditional, like the type of food that should not and must not ever be lost. Hilario has left his mark, and his team will be bidding farewell with him, but his kitchen has already given birth to many and inspired us all. There is something nostalgic and emotional about the opportunity to sit down at his table, just what he has always wanted to convey in his dishes. That said, I feel fortunate to have been one of the last diners at this great restaurant.