1 Estrella Michelín.

Cocinera, disfrutona y mallorquina. Así se define esta mujer, hecha a si misma, símbolo gastronómico de las islas, que bien merece una visita.

Maca es tímida, introvertida y discreta. Todo lo contrario que sus platos. La mejor sorpresa de sentarse en su mesa es el análisis de todo el estudio que lleva hacer lo que hace y la gran apuesta que supone ponerlo en un plato… porque ella conoce muy bien el producto. La huerta propia le nutre de los mejores vegetales y partiendo de la pureza de cada uno logra algo mágico, personal y tremendamente identitario: aunarlo con sabores y texturas inversas pero complementarias.

«Si tengo la mejor patata o la mejor berenjena, saco lo mejor de ella”, confirma. La patata del centro de nuestro menú lo confirma. De primera calidad, recolectada por manos expertas y cultivada en tierras cuidadas. La convierte en una rosa. La aromatiza con mantequilla de almendra, sobrasada, anguila guisada y propone comerla deshojándola….una maravilla.

Pero la aventura ha comenzado mucho antes…el arroz brut (plato típico mallorquín con verduras, carne y caza) con hierbas, el tirabeque con paté de ave, la flor de calabacín con apio y cigala, el cogollo al vapor con vinagreta de alcachofa o la berenjena asada con salsa de tuétano y brevas….La melosidad de la berenjena, su dulzor ahumado contrasta con las pequeñas explosiones de sabor y textura de breva en la boca…Pocos elementos pero bien.

MA(llor)CA (¡qué original y adecuado juego de letras!) es una trabajadora incansable. Con 16 años se puso al frente de una hamburguesería familiar. Pero quiso ver mundo. Y viajó y trabajó en cocinas internacionales de renombre…Buscó, indagó y encontró motivación para su propia historia. Fuera del cobijo familiar de unos padres que siempre la han protegido pero le dieron alas para buscar su rumbo. Y ahora su cocina vuela sola. Refleja la idiosincrasia de un lugar que a ella le gusta ver desde el mar, desde su velero….¿cómo reflejar el olor de unos pinos a la vera de la costa mallorquina que a su vista se mezclan con la inmensidad marina?…ASí nace la piña, uno de los postres más fantásticos que he probado en los últimos meses dónde con los ojos cerrados degustas el sabor del piñón mecido en la salinidad de una ostra. Piñon y ostra. Montaña y mar.

Delicada y sutil. Sin grandes artificios y con gran importancia de la producción propia (reconocida con una Estrella Verde). Al final no hay secreto. Uno vive como es. Uno cocina como siente. Y Maca cocina bonito. Cocina de verdad, cocina con el corazón, con el timón de su velero en una mano y levantando la vista al futuro…La conversación posterior a nuestro encuentro la guardo para nosotros….Esos maravillosos momentos que la gastronomía nos permite vivir.


1 Michelin Star.

Cook, bon vivant and Mallorcan: such is this self-made woman, a culinary symbol of the islands, who very much deserves a visit. Maca is shy, introverted, and discreet, quite the opposite of her dishes. The greatest surprise of sitting at her table is the analysis of all the studying that led her to do what she does and the great commitment of putting that on a plate, because she knows products so well. Her own garden furnishes her with the best vegetables, and based on the purity of each one she achieves something magical, personal and tremendously self-defining: bringing them together with opposing but complementary flavors and textures.

“If I have the best potato or the best eggplant, I get the best from it,” she says. The potato at the center of our tasting menu confirms this. It is excellent in quality, harvested by expert hands, and grown in well-maintained soils. She converts it into a rose. She perfumes it with almond butter, sobrassada, and stewed eel, and suggests eating it petal by petal…a marvel.

But the adventure starts well before that, with the brut rice (a typical Mallorcan dish with vegetables, meat and game) with herbs, the snow pea with poultry pate, the zucchini flower with celery and Norway lobster, the steamed lettuce heart with artichoke vinaigrette, and the roasted eggplant with marrow and fig sauce. The eggplant is creamy, its smoky sweetness contrasting with the small explosions of flavor and texture of the fig in your mouth. There are few ingredients, but they are done well.

MA(llor)CA (what an original and suitable play on words!) is a tireless worker. At 16 she took over a family burger joint. But she wanted to see the world. She traveled and worked in renowned kitchens across the globe. She sought, investigated and found motivation for her own story. She did this outside of the family shelter of parents who had always protected her but gave her wings to find her own path. And now her cooking flies solo. It reflects the idiosyncrasy of a place that she likes to look at from the sea, from her sailboat. How to reflect the aroma of pine trees along the Mallorcan coastline that seem to blend with the immensity of the water? Thus was born “la piña,” one of the most fantastic desserts I’ve had in recent months, where you can close your eyes and taste the flavor of the pine nut cradled in the salinity of an oyster. Pine nut and oyster. Surf and turf.

Delicate and subtle. There are no bells and whistles and great importance is placed on in-house production (recognized with a Green Star). In the end there’s no secret to it. You live how you are. You cook how you feel. And Maca cooks beautifully. Her cooking is authentic, from the heart, with the rudder of her sail boat in one hand and sight set on the future. The conversation we had after the meal is one I’ll keep for ourselves. It’s one of those wonderful moments that gastronomy allows us to experience.