1 Estrella Michelín y 2 Soles Repsol.
Tras años en busca de fecha (esto suele ser habitual en nuestras complicadas agendas) llegamos a @restaurante_ikaro aprovechando un viaje personal. Hacer parada y fonda en este lugar es ya un must si visitáis Logroño. Lo primero, por su calidad y reconocimiento. La revalidada Estrella Michelín y los 2 Soles Repsol lo confirman. Lo segundo, por la oportunidad de poner en práctica todo lo leído y comentado de Iñaki y Carolina @chefcarosanchez, una pareja a los mandos de este restaurante…y de sus vidas. Matrimonio a los fogones, una fórmula que acostumbra a funcionar como un buen binomio profesional y personal, sin duda…
Ikaro son dos mundos y un universo. Dos personalidades y un común sentido del trabajo y la vida. Carolina, ecuatoriana e Iñaki, vasco, dicen que cocina como son: ellos, únicos pero en su hábitat (Logroño) y con un sello propio, muy personal.
El lugar respira tranquilidad. Se agradece. La cocina, totalmente a la vista completa un equilibrio entre trabajo y placer, equipo y comensal…
El recorrido se inicia con pequeños bocados que nos sitúan en esos dos países, dos culturas y un alma única de trabajo y de pasión.
Bombón de Idiazábal o chuleta de vaca a la brasa recordándonos a caseríos vascos. Bollo de langostino y llapingacho y fritada (pastel de puré de patata con cerdo) para conocer el universo ecuatoriano de Carolina y aterrizaje en Logroño con las clásicas (reversionadas y deliciosas) patatas con chorizo y el matrimonio riojano.
El palmito a la carbonara arranca la sonrisa al salpicón de setas de temporada, el ajoblanco de macambo (una especie de cacao) con anguila ahumada o la gamba roja curada con naranja y azafrán.
Baja la intensidad, en mi parecer, con el pescado y la carne. Un suquet de coco con lubina salvaje a la brasa un pelín seca y el cordero deshuesado al sarmiento, correcto pero un poco por debajo del nivel de los aperitivos, snacks y entrantes…quizas porque se desdibuja el vaivén entre las dos culturas, se difumina esa sensación…
Terminan el cremoso de fresas con yogur y una espectacular manzana al horno con crema de queso, cardamomo y nueces, que degusto lentamente en todo su esplendor. Un 10 como postre.
Rematan unos llamativos y diferentes Petit fours.
Lugares con esencia como este reafirman ciudades como las que los acogen. Porque, al final, uno hace casa dónde está…y pese a los constantes viajes de Carolina a su país, Ecuador, dónde además es una estrella de la TV gracias a programas como Masterchef, su corazón, su alma y su buen hacer se quedan en este pequeño rincón de Logroño que promete seguir dando muchas alegrías.
1 Michelin Star and 2 Repsol Suns.
After years of trying to find a time (something that tends to happen with our complicated schedules), we finally made it to Ikaro (@restaurante_ikaro) on a personal trip. Stopping here is a must on any visit to Logroño. First, for its quality and prestige — its revalidated Michelin Star and 2 Repsol Suns confirm it. Second, for the opportunity to put into practice everything read and commented about Iñaki and Carolina (@chefcarosanchez), the couple at the helm of this restaurant, and of their lives. A marriage in the kitchen: that’s a formula that’ll get you used to operating like a good professional and personal duo, indeed.
Ikaro is two worlds and one universe; two personalities and one common sense of work and life. Ecuadorian Carolina and Basque Iñaki say the food reflects who they are: unique but in their habitat (Logroño), with a very personal signature style.
The restaurant oozes calm, which is much appreciated. The fully visible kitchen complements the balance between work and pleasure, between staff and diner.
The meal begins with some small bites that situate us in those two countries: two cultures and a singular soul of work and passion.
The Idiazábal bonbon and the grilled T-bone steak recall Basque farmhouses; the prawn bun and the “llapingacho y fritada” (fried potato pancakes with pork) introduce us to Carolina’s Ecuadorian universe, only to land in Logroño with the classic (updated and delicious) potatoes with chorizo and the “matrimonio riojano”.
The palm heart carbonara put a smile on my face leading up to the seasonal mushroom cocktail, the ajoblanco soup made with macambo (a type of cacao) and smoked eel, and the red prawn cured with orange and saffron.
The intensity wanes with the fish and meat courses, in my opinion. The coconut fish stew with grilled wild sea bass is a bit dry, and the boneless lamb with vine shoots is correct but falls a bit short of the bar set by the starters, snacks, and appetizers. Perhaps it’s because that push-pull between the two cultures is blurred, causing that special feeling to fade.
The meal culminates with the strawberry cream with yogurt and a spectacular baked apple with cream cheese, cardamom, and walnuts, which I ate slowly in all its splendor. It’s a perfect 10 as a dessert. The final bites are some unique and striking petit fours.
Essential places like this strengthen the cities where they live. Because home is ultimately where you make it, and despite Caroline’s constant trips to her country of Ecuador — where she is a TV star thanks to programs like MasterChef — her heart, her soul, and her expertise remain in this small corner of Logroño that promises to continue bringing many joys.