En la séptima planta de la famosa discoteca Kapital.

Tengo que reconocerlo. No tenía ninguna esperanza. Un restaurante del que conocía más por su localización (en la séptima planta del edificio que alberga una de las más famosas discotecas de Madrid, Kapital) y por sus proyecciones, de las que todo el mundo habla (en un techo movible que realmente impresiona por su juego de luces durante toda la noche) que por su cocina. Un lugar dónde los mayores de….¿30? hace años que no van y cuya puerta se llena cada noche de chavalería y niños bien pendientes de entrar en una de sus concurridas salas de baile.

Y @quintoelementomadrid me sorprendió. Gratamente. La solvencia de su chef @jsdelezo se constata desde el primer plato que llega a la mesa. Porque, la elección, hay que reconocerlo, resulta difícil. Es una oferta ecléctica pero con sentido. Ostras, niguiris, tartares, tacos, platillos mexicanos, pescados, verduras, carnes….Eso dificulta (al menos yo soy de esas) la elección… Con base gastronómica amplia y formación en las mejores cocinas del mundo, Suárez de Lezo ofrece buen producto, bien tratado y con un resultado final más que satisfactorio. Valga, por ejemplo, mi elección. Recién salida de una dolencia estomacal me decanto por la merluza envuelta en hoja de acelga con espuma de mantequilla noisette. Simplemente deliciosa. Hacía tiempo que no me comía un pescado tan finamente tratado y terminado.

Más que correctos los niguiris variados que probamos, muy sabrosos los dumplings de ternera con salsa de callos, sorprendente y diferente el ceviche de lubina y bueno el brioche de calamar con mousse cítrica. Bien, muy bien. Y eso que en esa ocasión no optamos por probar ninguno de sus cócteles, tragos que se antojan todos muy adecuados para los platillos y el ambiente, en el que cada vez se da más protagonismo a la música en volumen ascendente, la gente guapa y las proyecciones a medida que avanza la noche… Sin sentido el show live de cantantes que, en mi humilde opinión, desentona en ese ambiente mucho más chic y moderno que modernista…

En definitiva, un lugar dónde quizás nunca hubiera esperado cenar tan bien. Tras mi visita leo artículos que versan sobre esta sorpresa positiva que acompaña a mis colegas de mesa y que se refleja también en un surtido de postres que nos permiten probar el semifrío de té matcha o la tarta de queso. Muy acertada la selección y la posibilidad de combinar varios postres.

Una experiencia que no descarto repetir y que me apetece desde la experiencia del menú omakase, en su sushi bar, dónde el chef nos sorprende con un menú a su elección.

Para ir con amigos, además, es un planazo.


On the seventh floor of the famous disco Kapital.

I have to admit it, I was expecting the worst. It’s a restaurant known more for its location — on the seventh floor of the building that’s home to one of Madrid’s most famous discos, Kaptial — and for its much-talked-about projections on a mobile ceiling that provides an impressive light show all night long, than for its food. It’s a place where nobody over…30?…has been for years and where you can always find hordes of kids lining up to get inside its mobbed dance floors.

But El Quinto Elemento (@quintoelementomadrid) surprised me. In a good way. Chef Juan Suárez de Lezo (@jsdelezo) earns your trust from the first dish that arrives at the table. Because deciding what to order is admittedly no easy task. It’s an eclectic selection, but one that makes sense. Oysters, nigiri, tartares, tacos, Mexican small plates, fish, vegetables, meats…This makes it difficult to choose, at least for someone like me. With a broad culinary foundation and training in the best kitchens in the world, Suárez de Lezo offers good products, good service, and a final result that’s more than satisfactory. My experience serves as a good example. Just getting over a stomach bug, I ordered the hake wrapped in chard with brown butter foam. It was simply delicious. It had been ages since I’d had fish so elegantly prepared and finished.

The nigiri were more than adequate; the beef dumplings with tripe sauce were very flavorful; the sea bass ceviche was surprising and different; and the calamari on brioche with citric mousse was nice. Good, very good. On this occasion, we passed on the cocktails, which all seemed spot-on for the small plates and the atmosphere, where the ever-louder music, the beautiful people, and the projections gain prominence as the night goes on. In my humble opinion, the live singing was pointless and out of place with the vibe that’s more chic and modern than modernist.

In short, it’s a place where you’d never expect to eat so well. Following my visit, I’ve read articles that touch on that same positive surprise we shared at our table. It’s also reflected in the desserts, where we had the matcha semifreddo and the cheesecake. I loved the selection and the option to mix and match.

It’s an experience I won’t rule out repeating, and I’d be excited to try the omakase menu at the sushi bar, where the chef surprises you with a menu of his choice. It’s a fantastic plan for a dinner with friends.