Son pareja. Él de Cádiz, ella de París. Se le conoce como bistró “paritano”(parisina y gaditano).

Es una de las modestas pero potentes aperturas de esta temporada en Madrid. Un pequeño local, de aire bohemio y con alma, de esos a los que apetece acudir si hay una reunión, de cena con una amiga o como celebración de algo especial…

Me quedo con las ganas de sentarnos en la barra y ser testigos del trabajo de Mario, en una cocina abierta al comensal desde dónde trabaja al servicio del producto que el mercado le ofrece.

Había visto fotos y comentarios del lugar pero me pareció un sitio perfecto para cualquier ocasión. Una cena romántica, una reunión de trabajo, una comida informal entre amigos, un ágape en solitario…

Charlotte, pareja de Mario, el chef, atiende la sala con holgura y diligencia. Un pequeño espacio dónde comer tranquilo, sin estridencias. Alejados del lujo y la ostentación. Su cocina va en la linea de una casa de comidas, un lugar dónde escoger entre una pequeña carta que apenas distingue entrantes y principales. Todos para compartir, todos al centro, todos para disfrutar.

@compartebistro permite hacer un viaje con bocados con claro sabor andaluz, vestidos y presentados con ese delicado y cantarín acento francés que tanto me gusta. El menú no es extenso, entre 15-16 platillos que reflejan la personal forma de entender su cultura en una mesa.

La croqueta de puchero, con un marcado sabor a hierbabuena, fresco y sorprendente. El steak tartar servido en croissant con bearnesa…¡una gozada de plato con el que chuparse los dedos! Preceden el chicharrón con tomates semisecos (un punto fuerte a mi parecer), las albóndigas de pato con chimichurri o la carrillera de atún a la bordelaise con puré de patata (magnífica).

Cada vez me gustan más los lugares dónde la conversación transcurre ligera, fluida. Los platos acompañan al momento, no lo protagonizan. En según qué ocasiones eso merece la pena….La cocina abierta inspira a los comensales que, desde la barra, disfrutan del ágape. En las mesas discurren las horas centrales del día entre charlas aromatizadas con olor a mantequilla ahumada, croissant a la plancha y Pinot Noir. Volveremos. Estos lugares tienen esa esencia de “casa abierta” que siempre apetece repetir.


They are a couple. He’s from Cadiz, she’s from Paris. They call it a “Paritano” bistro (a mix of Parisian and “Gaditano”, meaning from Cadiz).

It’s one of the modest but formidable openings in Madrid this season. It’s a small restaurant with a bohemian vibe and lots of soul, one of those places that’s great for a meet-up, a dinner with a girlfriend, or a celebration of something special. I’d love to go back and sit at the bar so I could bear witness to Mario’s labors in the open kitchen, where he works in service of the products offered up to him by the market.

I had seen some photos and reviews and it seemed like a perfect spot for any occasion: a romantic dinner, a work meeting, an informal lunch with friends, a solitary meal. Charlotte (partner of Mario, the chef) attends to the dining room with ease and diligence. It’s a small space where you can enjoy a comfortable meal with no fanfare. There’s nothing luxurious or ostentatious about it. The kitchen is in line with a simple eatery, featuring a small menu where there’s barely a difference between starters and mains. Everything is for sharing and enjoyment, in the middle of the table.

Comparte Bistró (@compartebistro) is a journey of bites with clear Andalusian influence, dressed and presented with that delicate and melodious French accent I love so much. The menu is compact, with 15-16 small plates that reflect a personal way of understanding their culture on a table.

The stew-meat croquette, with a kick of mint, is fresh and surprising. The steak tartare served in a croissant with bearnaise sauce is delightful, and scrumptious! Next to arrive were the “chicharrón” pork cracklings with semi-dry tomatoes (a strong point in my opinion), the duck meatballs with chimichurri, and the tuna cheek Bordelaise with potato puree (magnificent).

More and more I find myself liking places where the conversation is light and free-flowing. The dishes complement the moment, not taking center stage themselves. That can be just right, depending on the occasion. The open kitchen inspires diners to enjoy the feast from the bar. At the tables, the lunchtime hours proceed amidst chats scented with the aroma of smoked butter, grilled croissants, and Pinot Noir. We’ll be returning. This type of place has the essence of an “open home” that always draws you back.