2 Estrellas Michelín y 2 soles Repsol.
¡Qué grata sorpresa!. Sin previsión y con reserva hecha un par de horas antes. Así aparecemos en Restaurante Bardal de la preciosa localidad de Ronda, en Málaga.
El lugar es magnífico, el día acompaña y la serranía acerca la sensación de que algo pasará en la mesa…
Benito Gómez es, probablemente, uno de los chefs más icónicos, diferenciales y reconocibles del mapa gastronómico nacional. Y no por su proliferación en medios o entrevistas, es poco amigo de cierta exposición pública, sino por su cocina, puro reflejo de la pureza que le rodea y desarrollo culminado de horas de introspección, trabajo e incluso insomnio para diseñar sus platos y estudiar sus sabores.
Comer en Bardal es diferente. Explosivo. Único. Sus 2 Estrellas Michelín y sus 2 Soles Repsol así lo atesoran.
Dice Benito Gómez que su restaurante es una casa de comidas con manteles planchados. Podría definir bien la experiencia. Es un paso por la comarca reflejado en fotografías precisas y exactas de sus inquietudes a través de sus platos. Arrancamos el menú con la ligera infusión de setas y piñones, simientes que encontramos de nuevo en un intenso sabor con el jugo del propio pino más tarde. Siguen el bollo cremoso de champiñones y queso azul, la ventresca de atún y algas, la cresta de gallo con bearnesa o el cogollo a la brasa. Platos vistosos, coloridos, puros, partes del mapa de una región que se antoja rica y prolífica.
Mas alla del sabor o la textura, Bardal es un abanico de productos servidos en una alegoría mágica de platos que discurren en mesa con un servicio ágil, cercano y sin florituras. El bonito con tomate y palocortado, la cebolla tierna a la brasa con suero de payoyo o el fricandó que elaboran con berenjena certifican la idiosincrasia del lugar. Rematamos con el magnífico virrey a la muniere, el pichón con lentejas y aceitunas y el chivo con espinacas. Un recorrido seguro y consistente con una selección de platos que transmiten mucho de los que están detrás.
Benito se acerca a la mesa y charla como si ya nos hubiéramos visto muchas veces antes. Es transparente, puro, auténtico. Define su trabajo como el mejor del mundo, su pasión, su mejor inyección de energía. Eso es Bardal. Un motor que calienta y quema a todo gas de principio a fin. Por cierto…¡ojo al fin del menú! La parte dulce guarda una de las mejores sorpresas en postres de los últimos años: una tarta de manzana con helado de vainilla que se aferra a la memoria y al recuerdo de los mejores pases dulces que tenemos presentes.
Bardal merece la visita. El lugar es único, su experiencia cala a fuego en un mapa gastro que sigue guardando pequeños grandes secretos como éste….
2 Michelin Stars and 2 Repsol Suns.
What a pleasant surprise! It was a last-minute plan with a reservation made just a few hours ahead of time. That’s how we turned up at Bardal in the beautiful town of Ronda, in Malaga. The location is wonderful, the weather was great, and the mountains give you the feeling that something is about to happen at the table…
Benito Gómez is probably one of the most iconic, distinctive, and recognizable chefs on Spain’s culinary map. And it’s not just because of his high profile in the media and interviews — he’s no fan of public exposure — but because of his cooking, a true reflection of the purity that surrounds him and the development that comes from hours of introspection, work, and even insomnia to design his dishes and study their flavors. Eating at Bardal is different. Explosive. Unique. Its two Michelin Stars and two Repsol Suns are proof.
Benito Gómez says that his restaurant is a simple eatery with pressed tablecloths. That’s a good description of the experience as well. It’s a local tour reflected in precise and accurate snapshots of his interests through his dishes. We started the tasting menu with the light infusion of mushrooms and pine nuts, seeds that later return in an intense pop of flavor from the juice of the pine cone itself. Next is the creamy bun filled with mushrooms and blue cheese, the tuna belly with seaweed, the cock crest with bearnaise sauce, and the grilled lettuce heart. The dishes are eye-catching, colorful, pure, and intrinsic to the map of a region that feels rich and prolific.
Beyond flavor and texture, Bardal is an array of products served in a magical allegory of plates that land on the table with a service that is agile, friendly, and no-frills. The bonito with tomato and Palocortado sherry, the grilled spring onion with Payoyo cheese, and the “fricandó” stew made with eggplant are testament to the idiosyncrasy of the place. We topped it off with the magnificent red bream meuniere, the squab with lentils and olives, and the baby goat with spinach. It’s a confident and consistent meal featuring a selection of dishes that convey much of the people behind them.
Benito comes to the table and chats as if we were old friends and frequent guests. He is transparent, pure, and authentic. He says he has the best job in the world; it’s his passion and his greatest energizer. That’s Bardal. An engine that warms up and goes at full burn from start to finish. Oh, and speaking of the end of the menu… The dessert section has one of the biggest surprises in recent years: an unforgettable apple pie with vanilla ice cream that’s one of the best sweet courses we can remember.
Bardal is worth a visit. The location is one-of-a-kind and the experience makes its mark on a gastro map that still contains wonderful little secrets like this one.