Conserva parte de la antigua muralla de Castellón. Tiene en su interior un horno del sigo XIV.
Muy interesante la propuesta de la pareja formada por Pedro Salas y Beatriz Villalba. Afamados miembros de la comunidad gastronómica de Castellón desde hace años tienen en Arre su proyecto más personal y más comprometido. Una declaración de intenciones que trasladan a un pequeño local conocido por los oriundos pues se erige en el antiguo Forn del Canyaret, cuyos arcos aún conserva (S.XIV). El horno, también recuperado para el restaurante, toma el protagonismo de una sala clásica, en maderas y piedra, propia de un refugio en la montaña.
La comida se divide en dos partes claramente. La primera es en la que Salas desarrolla su amplio bagaje profesional. Ofrece pequeños bocados (desde el guiño del código QR dónde ver la carta, que se come como primer bocado del menú, por cierto, relleno de turrón de cebolla y avellana….¡delicioso!. El recorrido permite al comensal degustar productos tan típicos y característicos de la zona como la rosquilleta de encurtidos, la galera en crudo con aceite perfumado de jerez y trufa, el Chimo (bollo típico de Castellón que se rellena de tomate y atún) y que el chef convierte para la ocasión en una ensalada fresca y perfectamente amalgamada o la sepia con mantequilla de sus interiores y apionabo….Esto es lo maravilloso del lugar. Castellón es tierra de puerto, de mar y de chimos. Y en Arre se ofrecen previo al ágape carnívoro que nos espera en la segunda parte del menú. Termina la selección de entrantes con la coliflor en 2 texturas y trufa (quizás el menos arrelado a la tradición culinaria de la zona), los callos de bacalao con queso mahón en espuma y espinacas y las alubias arrocinas con gamba (siempre hay un plato de cuchara en el menú, nos comenta Bea, la diligente jefa de sala y propietaria del local).
Pero Arre también es sitio de carne. De buen producto cárnico local. Y de brasa. De torrá (así se llama a la carne a la brasa en esta zona de Levante). Y de arrieros. Y como buenos arrieros proponen trabajar…y divertirse. Las mesas, preparadas con el hueco central y unos sistemas de extracción de humos que no dejan ni rastro en la ropa al marchar, se convierten en centros de brasa dónde se exponen algunos cortes de carne y embutidos de la zona. Unas verduras, unas patatas baby…¡¡y a compartir!!. Bonita experiencia.
La parte dulce bien tocada con arroz con leche, tarta de manzana con chantilly de oliva negra y helado de hoja de higuera con calabaza.
Me gusta. Me divierte poder experimentar dos sensaciones en una misma comida. Me gusta la mezcla entre tradición y creatividad en un lugar único y con un trato cálido y cercano. Y con precios muy asequibles. Volveremos.
It preserves part of the old Castellón city walls. Inside there is a 14th-century oven.
It’s very interesting what the couple Pedro Salas and Beatriz Villalba have been up to lately. Well-known members of the Castellón culinary scene for many years, they now have their most personal and committed project with Arre. It’s a statement of intentions translated into a small restaurant known by locals as the site of the former Forn del Canyaret bakery, whose 14th-century arches remain to this day. The oven itself, which was also restored for the restaurant, dominates a classic dining room in wood and stone that gives it the look of a mountain lodge.
The meal is clearly divided into two parts. The first is where Salas develops his vast professional experience with small mouthfuls, like the clever nod of the QR code that links to the menu, also serving as its first bite, filled with onion and hazelnut nougat…delicious! The progression allows diners to enjoy typical and characteristic regional products like the sesame breadsticks with pickles, the raw mantis shrimp with Sherry- and truffle-scented oil, the “Chimo” (typical Castellón bun filled with tomato and tuna) which the chef converts into a fresh and perfectly integrated salad, and the cuttlefish with a butter made from its insides and celery root. That’s what is so wonderful about this place: Castellón is a land of waterfront, sea, and “chimos”. And at Arre, all of this is served prior to the carnivorous feast that awaits in the second part of the menu. The selection of appetizers finishes with the cauliflower in two textures and truffle (perhaps the least rooted in the region’s culinary tradition), the cod tripe with Mahón cheese foam and spinach, and the navy beans with prawn (there’s always a stew of some kind on the menu according to Bea, the diligent head waiter and owner of the restaurant).
But Arre is also a place for meat, for good local meat products. And for char-grilling, for “torrá” (which is what grilled meat is called in this area of the Levante). And for mule drivers. And like good mule drivers, they are up for hard work and a good time. The tables are built with the traditional hole in the middle and smoke extraction systems so there’s no trace on your clothes when you leave. These become grilling centers for displaying some cuts of meat and pickles from the region. A few vegetables, some tiny potatoes, and a great shared meal! A lovely experience.
The desserts are well-played with rice pudding, apple pie with black olive Chantilly, and fig-leaf ice cream with pumpkin.
I like it. I enjoy experiencing two sensations in a single meal. I like the mix of tradition and creativity in a single place with warm, personal service and very affordable prices. We’ll be back.